22 agosto 2006

El Pisco segun Perú

En el Perú se originó el pisco, aguardiente de uva y bebida espirituosa que desde hace siglos es aceptado como tal por cualquier persona que tenga un mínimo de cultura histórica y por los consumidores más exigentes del mundo, entre los que se encuentran bebedores sociales, catadores y los paladares más sofisticados de cualquier continente. Entonces, ¿qué duda cabe sobre el origen del pisco? Claro que siempre está la teatralización del mundillo comercial donde los burócratas se ven obligados a negar el origen histórico de algunos productos gracias a formalismos negociables que se acostumbran a colocar en las cláusulas de tratados de libre comercio. Toma y daca sencillamente.
En este contexto, algunos países de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), entidad conocida también como Acuerdo de Lisboa, podrán negar el exclusivo origen peruano del pisco pero lo hacen prácticamente –más que nada– obligados por lo que se transan hábiles funcionarios interesados en sacar provecho para sus países en esos vastos acuerdos para exportarse recíprocamente y libre de aranceles.
En otras palabras, el tema ha pasado de la verdad histórica al hecho vulgar de las ventas y el comercio en los mercados internacionales. Es decir, ya no se trata sólo de conocedores sino del hecho mismo de saber las técnicas de la burocracia internacional para exportar un producto tomado como propio por el vecino país del sur. Dicho sea de paso, cuando el prócer Bernardo O’Higgins desembarcó en las costas de Paracas probablemente fue el primer ciudadano de Chile que probó el pisco del Perú, mientras en su patria ni siquiera conocían ese producto ni sabían de su hoy famoso nombre. Lo curioso de esta guerra comercial –obsesión por apropiarse de lo que no les pertenece– es que puede llegar a extremos excéntricos como poner en duda el origen de otros productos peruanos: la papa, los picarones, la papa a la huancaína o el suspiro de limeña.
No obstante este permanente conflicto, existe un hecho pragmático en el mundo de la competencia. Se trata de la calidad que reclaman los consumidores. Por tanto, los países podrán reconocer –a veces equivocadamente– el origen de un producto determinado, pero al final serán los consumidores los que escogerán qué comprar. Y esto se logra reforzando las campañas informativas dentro de los múltiples mercados del mundo.
El Perú, por medio de sus instituciones representativas en el comercio exterior –y por Cancillería– está obligado a intensificar promociones educativas que orienten al público consumidor sobre el pisco. La tarea no es difícil porque la calidad del pisco es única y saltará al paladar rápidamente, como lo viene haciendo en certámenes de catadores y concursos internacionales de bebidas espirituosas. En este sentido resulta elocuente la decisión de no aceptar la propuesta de algunas voces chilenas para trabajar de manera conjunta en torno al pisco para impulsar su comercialización, porque creemos que en corto lapso el Perú puede desplazar a un sucedáneo que jamás alcanzará la calidad del pisco que nace de la tierra que lleva su nombre, de la uva y del clima peruano.
editorial diario Expreso de Perú

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