22 julio 2006

Mar por Gas, Apuesta Peligrosa

Cuando Bolivia y Chile se ponen a hablar del mar hay que ponerse a temblar. Porque es seguro que uno u otro le va a pegar una patada al tablero y todas las fichas del ajedrez van a rodar por doquier. Escasas han sido las veces en que bolivianos y chilenos hemos llegado a una etapa de auténtica negociación sobre el asunto marítimo, y decenas de veces fueron las que nos hemos quedado sólo en enunciados, que muy pronto son desmentidos por las cancillerías o por los propios negociadores, que, generalmente, se quejan de haber sido malinterpretados.
El martes y miércoles pasado hubo declaraciones a granel y titulares de prensa y anuncios en la televisión que informaban sobre un virtual acuerdo boliviano-chileno para incluir nuestra demanda marítima en las discusiones de aquella “agenda sin exclusiones” que ya está sonando a cuento. El secretario de Relaciones Exteriores de Chile, Alberto van Klaraven, que es el segundo hombre en su Cancillería (corresponde al Vicecanciller en Bolivia), había expresado “la disposición más abierta al diálogo, queremos hablar de este tema, el tema marítimo… las características y los contenidos de ese diálogo lo tenemos que ir viendo”.
Fue suficiente aquello para que, de inmediato, en Chile, surgieran voces de malestar y desaprobación, que partieron del propio canciller Alejandro Foxley, quien afirmó que su país estaba dispuesto a tener las mejores relaciones con los vecinos, pero “sin ceder territorio, sin revisar tratados”. Demás está decir que desmentía a su viceministro. Y naturalmente que la oposición no se hizo esperar, porque un Senador de Renovación Nacional ya ha anunciado que llamará a informar a Foxley y van Klaveren a la Comisión de Relaciones Exteriores, y el presidente de la UDI expresó que meter el tema marítimo en la agenda con Bolivia “rompe una política de Estado centenaria”.
Así que los cohetes y fuegos artificiales se apagaron súbitamente y en Bolivia vuelve el desaliento y la bronca. Ya oiremos las expresiones de los diferentes medios afirmando que los bolivianos somos unos ingenuos y que los chilenos no hacen sino tomarnos el pelo. Nuestro Cónsul General en Santiago volverá a su destino con el rabo entre las piernas y el presidente Evo Morales no sabemos qué habrá hablado con la señora Bachelet en la reunión del Mercosur que acabó ayer.
Pero claro, también tenemos que mirarnos nosotros el ombligo por un momento. Debemos hacer una pequeña autocrítica para sacar de sumas y restas un resultado. Si cometemos la candidez de querer hablar del mar y al mismo tiempo insistimos en la cojudísima política del “gas por mar” de Carlos Mesa, en la buena estamos. Ya S.E. el Presidente había dicho que la fórmula “gas por mar” no corría. Pero como este es el Gobierno de las contradicciones, el ministro de Hidrocarburos, señor Soliz Rada, no le hizo caso a S.E. y en el contrato firmado con Argentina volvió a incluir a la minúscula e incómoda “molécula” obligando a los argentinos a no revender nuestro gas a Chile, como si eso fuera posible. A sabiendas que Argentina hace lo que le da la gana con el gas que nos compra (por algo lo pagan), insistimos en que hay que rendir a Chile por frío en el invierno y en que hay que tratar de paralizar algunas de sus fábricas. Y así queremos hablar del mar.
Lo mejor es que nos quedemos quietos por un tiempo, lamiéndonos las heridas, y que volvamos a la carga otra vez, como el toro a la muleta, cuando estén dadas las condiciones de arribar a algo serio. Mientras tanto, sin relaciones diplomáticas -¡que no se nos ocurra restablecerlas por Dios!-, sigamos jugando a las escondidas con Chile con asuntos de menor cuantía, si nos parece bien. Cuando pase la fiebre por la diplomacia molecular algún día, y Bolivia vuelva a poner los pies sobre la tierra, tal vez las cosas mejoren y Chile quiera conversar. No cabe duda de que el gas es un arma poderosa para Bolivia, pero hay que utilizarla bien mientras sirva, no para enemistarnos.
fuente diario El Nuevo Dia de Bolivia

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